“Habría que culturizar la política y no lo contrario”
Es una `hacedora de libros´en todas sus dimensiones. Autora del poemario `Oscura deja la piel su sombra´(Balduque, 2016), Miralles es pausada y reflexiva. No habla por hablar, ni escribe por escribir. Cada poema suyo tiene casi la exactitud de una expresión algebraica.
Hablamos de por qué no se lee mucho en España, el impacto de las redes sociales en la poesía, la gestión cultural en Murcia, la devastación que arrasa su libro y cómo la crisis ha dejado a una generación sin perspectivas de futuro.
Durante la crisis lanzó junto a sus compañeras Verónica Cámara y Delia Marín la `microeditorial´ ad mínimum.
Ad mínimum surgió a la medida de las circunstancias. Crear una editorial para mí en ese momento era imposible, pero sí que quería de alguna forma editar, entendiéndola como plataforma para gente que es poeta que o bien por edad o por circunstancias no han tenido esa difusión.
Era una forma de contribuir porque realmente con poco se puede hacer algo. También se juntó con la vuelta de los fanzines y la autoedición. En mi círculo inmediato de amigos y conocidos hay gente que hace cosas fabulosas y me pareció buena idea reunirlos a todos y hacer algo en conjunto.
En Murcia y en el resto del país se percibe un boom en la publicación de poesía.
La literatura es marginal y la poesía todavía más. Parece que ahora hay un boom con la poesía, pero también es verdad que el formato de las redes sociales, de los blogs ha sido una buena plataforma para dar visibilidad a algo que ya se estaba produciendo. También han surgido muchas editoriales pequeñas que dan visibilidad a gente que escribe, es más fácil autoeditarse. Pero igual hay más libros que lectores.
¿Por qué no leemos más en España?
Son muchos factores pequeños los que influyen. Son cosas que se van sedimentando y van configurando un mercado un poco esquizofrénico, en el que no sé si hay más autores que lectores, pero sí más libros que lectores.
También recuerdo que antes y, creo que ya no está, teníamos una hora de lectura en el colegio. A lo mejor era los jueves o viernes por la tarde y durante una hora simplemente se leía simplemente lo que estuvieras leyendo. Y de hecho siempre ha habido ese prejuicio con que los buenos estudiantes iban para ciencias y los malos para letras, además de la eterna pregunta de que para qué sirven las Humanidades. Para ser más feliz, ¿te parece poco? Todo el mundo tiene un talento y las Humanidades te dan esas herramientas.
Hablando de este tema con un librero, me dijo que estaba muy impresionado porque muchas veces iban los padres con los niños a la librería y les compraban una cantidad inmensa de libros para los hijos y ellos luego no se compraban nada. Muchas veces lo mejor es el ejemplo de ver a tu padre o a tu madre leer.
Parece que como escritor hay que estar todo el tiempo presente en las redes sociales.
Es una plataforma útil y que puede ser muy buena para la difusión de la literatura en general y de la poesía. Puede ser positiva, pero lo que le hace positiva es el uso que se le da a esa red social. Ahora mismo quien no está, no existe, pero también se puede vivir al margen de las redes sociales. Hay incluso estudios de publicidad que no están en las redes sociales. Es el momento, es el presente, es la actualidad. Te puede gustar más o menos, pero los blogs han marcado mucho.
También se dan buenas dosis de exhibicionismo.
Desde luego también son un experimento con la intimidad y hay umbrales de intimidad. Pero a mí la mayor parte de las veces se me olvida hacer una foto de Instagram porque no estoy pensando en el momento de después. El éxito de las redes sociales es que apuntan a algo tan humano como el narcisismo.
¿Cómo ve la situación cultural en Murcia?
Seas o no de Murcia, Murcia es una ciudad difícil, hay una relación de amor-odio con la ciudad. Tiene mucho un quiero y no puedo y un puedo y no quiero.
En un marco nacional tampoco se ve un marco estratégico visible. Los tiempos de la política son muy diferentes a los tiempos que necesita la cultura y la educación. Sería más culturizar la política que lo contrario, que no se trate de yo contra ti.
Al final se trata de crear ciudadanía porque igual la cultura y la educación económicamente no se considera algo rentable, pero en el valor simbólico de una ciudad la cultura y la educación son fundamentales, y no necesariamente lo más institucional. Te vas a Berlín o a Valencia, que está mucho más cerca, y lo más interesante también está en lo que no es institucional, pero lo institucional también lo acoge. Un ejemplo de eso en Murcia sería el barrio del Carmen con el magma que hay por parte del Cuartel de Artillería con el Pabellón2 [ahora prácticamente paralizado], el Conservatorio, la Biblioteca, el Centro Párraga, el Cendeac. Un foco que hace unos años era impensable.
En su poemario `Oscura deja la piel su sombra´ se cuenta tanto con tan poco.
Posiblemente hayan tenido que ver las influencias. Es una escritura en la que he encontrado una voz que me gusta. El libro necesitaba que fuera escrito así porque al final hablas de una devastación, de algo que pasa y arrasa todo. Lo escribí en un momento de devastación, pero hunde las raíces mucho más abajo y al final no habla solamente de una pérdida, sino de la soledad.
Las manos están muy presentes en algunos de los poemas.
Siempre me ha gustado pensar en la escritura como algo que queda cerca del borde de la piel. Es un proceso que se intelectualiza, pero hay algo muy físico en la escritura, se escribe con todo el cuerpo.
¿Quizás por la desconexión entre cuerpo y mente?
Más que no tengamos el cuerpo presente no hay conexión, no se establecen todos los vasos comunicantes que deberían haber.
También hay una reflexión sobre el lenguaje.
Decirlo todo es muy difícil, pero incluso para no decirlo todo tienes que decirlo. Esa imposibilidad de decir tiene que ser dicha.
¿Habla de la crisis?
En mi caso no ha sido intencionado, pero más allá la crisis se ha llevado por delante muchas cosas en el día día. Le preguntaban a un escritor si escribía para la posteridad y le respondía `a día de hoy que no sabemos si hay futuro´. Se puede hacer esa lectura. Cristina Morano me comentó en la presentación en Cartagena que una escritura tan breve es como la contraescritura del poder. La crisis al final deja incubando algo que es la precariedad absoluta, que es la vida de una generación. Cuando te plantean cómo va a ser la vida de aquí a cinco años y piensas vamos a reducir el plazo.
¿Para qué escribe?
Buena pregunta, se escribe por algo siempre. Creo que al final para ser más feliz. Para estar menos solo o para estar más solo y que me dejen tranquila. Cuando sales de ahí, sales de otra manera. En la adolescencia casi todo el mundo escribe y luego los que ahí salen vivos, los raros.
¿Cuáles son sus referentes?
Valente, Paul Celan, Gamoneda de la Generación de los 50 o Claudio Rodríguez. Adquirí conciencia de lectora con la Generación de los 50, a pesar de que con la del 27 es con la que más te machacan en el bachillerato. En el momento en que durante la adolescencia te das cuenta de que la literatura y la poesía también es una cuestión del presente, que los autores no están muertos. También me encantan autores como Manuel Vilas. No me extraña que la editorial La bella Varsovia publicara sus estados de Facebook en `Listen to me´.
¿A qué le tiene miedo?
En mi cabeza suena una canción de Astrud que dice `No tengo miedo al futuro´ y yo tengo miedo al futuro, qué puede pasar, el ver que no hay unas perspectivas muy claras. El futuro es precario, el presente es precario… La soledad no me da tanto miedo.