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Vacunas renovables contra la pandemia energética

Fotografía de archivo que muestra varias torres de energía eólica. EFE/ Mario Arturo Martínez

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La variante rusa (Putin-22) de la pandemia energética ha pillado a Europa sin vacunar. Se trata de una variante muy letal, con una incidencia mayor que variantes anteriores (Filomena, enero de 2021; escasez mundial de gas, septiembre de 2021); con un pico de 700 EUR/MWh (recordemos que hasta julio pasado el precio máximo era de 180 EUR/MWh) y sobre todo, con los futuros yéndose, el 7 de marzo, por encima de 400 EUR/MWh para todo el año 2022.

Y eso que, por ahora, la variante Putin-22 no ha afectado a la compra de gas ruso, que sigue fluyendo con normalidad – de hecho, desde la invasión, Europa ha aumentado el consumo de gas ruso-. No obstante, ha sido la excusa perfecta de los mercados para disparar artificialmente los precios. Algunos harán caja. Pagamos los consumidores. Para variar.

Ahora sólo nos queda poner parches para reducir el impacto del contagio: precios máximos a la electricidad, ayudas directas a la compra de gas, subastas de energía amortizada a precio regulado, importar más gas natural licuado desde Estados Unidos, bajar la temperatura de la calefacción unos días, parar fábricas… así hasta que Putin deje de asesinar ucranianos y los mercados de especular. Sería preferible dar ayudas a consumidor final (con cargo a Presupuestos, a minoración de los ingresos de tecnologías infra marginales amortizadas o de la manera que se quiera), ya sea con pagos directos o con peajes o cargos negativos. Si se altera el mercado, se corre el riesgo de penalizar a quien hizo los deberes y obtuvo protección de precio y beneficiar a quien jugó a la ruleta rusa con posiciones de mercado abiertas.

No obstante, esos parches no nos protegerán frente a nuevas variantes de elevado riesgo. Hoy es la variante rusa, pero mañana puede ser la argelina, venezolana, catarí o nigeriana. La variante rusa no debería solucionarse cambiando de sátrapa que satisfaga nuestra adicción a los combustibles fósiles. Ni obligar a traicionar a pueblos históricamente amigos. Vayamos más allá. Medidas estructurales. Hay que vacunarnos contra las crisis energéticas. Cortar el problema de raíz.

La crisis del petróleo de 1973 supuso el principio del fin del petróleo -bajada de 0,9 a 0,3 barrilles por 1.000 $ de PIB. El accidente de Chernóbil fue el principio del fin de la energía nuclear. La invasión de Ucrania debería abrirnos los ojos y suponer el principio del fin del gas.

La buena noticia es que hay vientos de cambio en Europa. Se ha escrito en documento oficial la expresión los windfall profits: lluvia de dinero que cae del cielo regando de billetes las centrales nucleares e hidráulicas. Jorge Fabra, es, por fin, mainstream. La Estrategia RePowerEu debería aspirar a ser a la crisis energética lo que los fondos NextGenerationEU al covid-19. Europa falló en la crisis del euro de 2008. Acertó en la respuesta a la crisis del covid. En el decisivo Consejo Europeo de esta semana en Bruselas podrá intuirse si Europa acierta o no con la salida a la crisis energética.

Europa debería mandar una señal clara a los Estados Miembros sobre la importancia de descarbonizar para reducir la dependencia energética. “Autonomía estratégica” lo llama el presidente Macron. Boris Johnson, “seguridad nacional”. Europa no tiene suficiente petróleo, ni gas. Pero la solución tampoco es la energía nuclear: baste decir que el lobby nuclear norteamericano anda ocupado estos días presionando a Biden para que no sancione las importaciones del uranio ruso.

¿Qué tenemos en Europa? Ríos, viento, sol, además de talento humano y tecnología puntera para transformar la energía de la Naturaleza en kilovatios hora. Aprovechemos nuestra ventaja competitiva. Por primera vez, tenemos una tecnología, las renovables, que no sólo permite luchar contra la crisis climática, sino que además es la más barata y se puede producir localmente. Recordemos que la solar o la eólica son más baratas incluso que la energía generada por centrales nucleares ya amortizadas.

En esta línea, España cuenta con todos los ingredientes necesarios para el éxito. Si bien está sufriendo la escalada de precios de la variante rusa igual que el resto de países europeos, los mercados de futuros apuntan a una bajada de precios en España a menos de la mitad de los de Alemania o Francia por el mayor desarrollo de renovables.

Por tanto, ¿qué debería hacer España? Para gestionar el “mientras tanto”, medidas paliativas y de control de precios, tratando de proteger a las personas consumidoras, a las industrias y además preserva la competencia -más de 50 comercializadoras ya han quebrado por la crisis de precios y las grandes eléctricas están bajando precios muy por debajo de los de mercado-, con valentía. La minoración a los windfall profits aprobada en septiembre iba por el buen camino. Ahora lo dice la UE y también la OCDE. El gran error fue eximir no sólo a las plantas que ya tenían PPA -lógico-, sino también a los PPA posteriores a la norma de la minoración -pues bastaba con cerrar un PPA a un año a los precios inflados y beneficiarse igualmente de las ganancias inmerecidas-. También es muy positiva la obligación de ofrecer a competidores una parte de la energía hidráulica y nuclear, si bien debería aumentarse su ambición, del 25% a, al menos, el 40% del volumen, y que el Estado fijara el precio de entrega, como ya está pasando al norte de los Pirineos.

Pero lo importante es ir a la raíz del problema. Soluciones estructurales. Transición Energética: eficiencia energética, energías renovables, almacenamiento, movilidad eléctrica e hidrógeno. Insistir en nuevas infraestructuras de gas que no estarán aprobadas hasta dentro de varios años es un grave error. Olvidémonos del Midcat, al menos como infraestructura gasista. Llega tarde y se abandonaría pronto. Si acaso, interconexión para transportar el hidrógeno por el arco Mediterráneo. Pero no invirtamos en infraestructuras adicionales de gas.

Las medidas estructurales deben ir por otro lado, partiendo de la base de que cada kWh no consumido o cubierto con renovables es un kWh menos que compramos al dictadorzuelo de turno y menos CO2 que vertemos en nuestro ya maltrecho planeta Tierra. Y además bajamos precios para todos los consumidores. Las renovables son la mejor vía para la transición justa.

La transición energética requiere inversiones masivas, pero no es cara. La solar y la eólica no requieren ayudas públicas, sino eliminación de barreras. Acelerar la tramitación de parques sobre terreno. En España sobran proyectos. Hagamos criba. Elijamos los mejores y descartemos la mayoría. Pero los elegidos, tramitación exprés. En 24 meses desde que se presente el proyecto, si es bueno, debería de estar autorizado -así lo prevé la directiva de renovables- y en 36 meses funcionando. Y en autoconsumo se podrían adoptar el propio día 29 de marzo varias medidas sencillas que ayudarían a acelerar el despliegue. Para empezar, eliminar la necesidad de autorización del organismo de Carreteras, que es la última moda municipal. Pero también hay casos de requerimientos de autorización de Costas, de Residuos, de Ríos y hasta de compatibilidad patrimonial con el Camino de Santiago (sic). Por cada mes de retraso, cliente descontento y Putin contento. En la situación actual, que alguien invierta en poner paneles solares en su tejado es un acto de autonomía energética que el Estado debería premiar, no obstaculizar con trabas disparatadas como las descritas.

Además, es preciso modificar la Ley del IVA para adaptarla a la realidad del autoconsumo. Si alguien rentabiliza su piso, alquilándolo y obteniendo un ingreso, tributa por IRPF. No hace falta declaración de IVA. Si rentabiliza su tejado, obteniendo ingresos por la venta de la energía solar, aunque sea un importe simbólico, la normativa actual exige alta en el IVA. Esto hace que se hagan instalaciones más pequeñas, para evitar que salga a cobrar y tener que liquidar IVA -con IRPF se pagará más del 21% en muchos casos, pero se evita tener que declarar al IVA de forma recurrente-. A España le interesa que se ocupe cada m2 de tejado, para acelerar la transición energética y reducir las necesidades de uso de suelo. En esta misma línea, hay que aprobar los coeficientes dinámicos del autoconsumo compartido y permitir compartir los excedentes -actualmente sólo se puede compartir el 100% de la energía-.  

En cuanto a inversión pública, en solar y eólica hay que centrarse en la reindustrialización -que no autarquía-, para que la mayor parte de materiales sean europeos. En baterías, movilidad eléctrica e hidrógeno aún son necesarias ayudas públicas para rentabilizar la primera generación tecnológica y ayudar a alcanzar la paridad económica respecto de la alternativa fósil.

El impacto de la variante rusa dependerá, por un lado, de lo que dure la invasión de Urania, y por otra, de las medidas coyunturales que Europa se atreva a adoptar. No hay mucho margen de acción. A corto se pueden modificar las reglas, pero no el mix energético. Lo importante es aprovechar el momentum, con la energía en el foco de la agenda y la presión ciudadana y empresarial por el alza de precios, para vacunarnos, con buenas dosis de energía renovable, contra futuras crisis energéticas. No hay tiempo que perder.

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