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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Pandemias, globalización y políticas de salud

Pandemias, globalización y políticas de salud

Eduardo Moyano Estrada

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El coronavirus se extiende como una pandemia por todo el planeta. Los gobiernos decretan el cierre de fronteras, la suspensión de los intercambios comerciales, el cierre total o parcial de fábricas y comercios, y el confinamiento obligado de las poblaciones en sus casas. Son decisiones que socavan los pilares básicos del proceso de globalización. Por ahora, son medidas temporales, pero hay tal incertidumbre sobre la fuerza expansiva del virus, que nadie se atreve a pronosticar cuánto durará el periodo de excepcionalidad.

En ese contexto, se están cuestionando muchas cosas del actual orden social y económico, sin afectar todavía al orden político, a la espera de los resultados de la gestión de la crisis sanitaria por parte de los gobiernos. Algunos analistas hablan incluso de si estamos en la antesala de la desglobalización o al menos de una globalización más controlada que la de ahora. Es un debate interesante y complejo, con muchas aristas y sobre el que merece la pena aportar algunas reflexiones, tanto sobre sus efectos en el proceso globalizador, como sobre la capacidad de los sistemas de salud para hacer frente a situaciones de emergencia.

Una globalización económica cuestionada

Es un hecho que la globalización económica favorece los intercambios comerciales de bienes y servicios, así como la libre circulación de bienes y personas a escala planetaria. También lo es que, en ese contexto de sociedades abiertas, se propagan enfermedades a través de los intercambios de insumos agrícolas y ganaderos y de productos alimentarios, causando daños de mayor o menor virulencia. La enfermedad de las vacas locas (EEB), la gripe aviar o la gripe porcina fueron casos de epidemias zoonóticas, al transmitirse a los seres humanos a través de los animales, al igual que el coronavirus de ahora.

Son epidemias que cuestionan el actual modelo de desarrollo, basado en la explotación sin límites de los recursos naturales, en la utilización de la biotecnología para el logro de los máximos rendimientos productivos y en la búsqueda desaforada del beneficio, sin parar mientes en sus efectos sobre el medioambiente y el cambio climático. Además, se atribuye a la apertura total de los mercados y la consiguiente relajación de los controles sanitarios, una parte causal muy importante de la propagación de las enfermedades víricas.

En el contexto de la emergencia sanitaria por el coronavirus aumenta, por tanto, la crítica del proceso de globalización, y ahora no sólo desde las filas del populismo de diverso signo, sino también desde círculos políticos más amplios al comprobarse que sus efectos no son tan beneficiosos como se creía. Además, en cada país se ponen en valor las producciones nacionales, especialmente la agricultura, como garantía del abastecimiento alimentario.

El protagonismo de los Estados-nación

Es indudable el destacado papel de los gobiernos nacionales en la lucha contra la pandemia, algunos de ellos con bastante eficacia (caso de China o Corea del Sur). Tal protagonismo refuta la tesis tan aceptada de que sólo una gobernanza supranacional puede hacer frente a problemas globales, como es el caso de las pandemias. Es un hecho que son los Estados-nación y no los grandes organismos internacionales los que están asumiendo el liderazgo ante sus correspondientes poblaciones.

El caso de la UE es paradigmático, sin una estrategia coordinada desde Bruselas para afrontar la crisis sanitaria, y en la que cada Estado se está enfrentando a ella por separado, en un sálvese quien pueda. La incapacidad de los países de la UE para ni siquiera comparar los resultados del contagio por coronavirus debido a que utilizan diferentes criterios de medición, es sintomático de todo esto. Sólo en la dimensión económica de la emergencia sanitaria es donde el Banco Central Europeo está adoptando medidas razonables para mitigar los previsibles efectos de la pandemia en la economía europea.

Las limitaciones de los sistemas de salud

Con motivo del coronavirus, los sistemas de salud están siendo sometidos a una prueba de stress. Al sector sanitario se le elogia de manera enardecida por su encomiable dedicación, pero al mismo tiempo se denuncian sus carencias en personal, UCI y camas hospitalarias. Es innegable que los sistemas públicos de salud están siendo desbordados por la situación de excepcionalidad que representa la expansión del coronavirus. Se polemiza, al menos en España, sobre si esas carencias son debidas a los recortes previos realizados en la sanidad pública por los gobiernos de derecha o si se deben a la incapacidad de los gobiernos de izquierda para movilizar los recursos disponibles en el sistema público de salud.

Plantear así el debate es, en mi opinión, quedarse en la superficie del problema, circunscribiéndolo a sus aspectos coyunturales. Es necesario plantear el debate en los siguientes términos: ¿se diseñan los sistemas públicos de salud calculando las necesidades previstas en situaciones de excepcionalidad o de normalidad? ¿están los sistemas públicos de salud capacitados para hacer frente por sí mismos a las emergencias sanitarias que surgen en situaciones de excepcionalidad?

Es un hecho que, en los países de nuestro entorno, los sistemas públicos de salud son diseñados para que puedan atender las necesidades que se generan en estados de normalidad. Y esto es así porque si se tomaran como referencia las situaciones de excepción (guerras, pandemias, desastres naturales, emergencias climáticas…), muchos de los ingentes recursos con los que se les tendría que dotar, estarían sin utilizar en las más habituales situaciones de normalidad.

No tiene sentido, por tanto, polemizar sobre la capacidad de los sistemas públicos de salud para atender por si mismos situaciones de excepcionalidad como la del coronavirus, ya que está claro que sus recursos son limitados. La cuestión clave es si el Estado tiene o no capacidad para reaccionar en circunstancias excepcionales y movilizar los recursos necesarios para complementar los disponibles en los sistemas de salud, tanto en el sector público, como en el privado.

Lo importante es que los Estados dispongan de sistemas flexibles de gobernanza que les permitan aumentar los recursos siempre limitados de sus sistemas de salud, mediante eficaces protocolos de emergencia cuando la situación de emergencia sanitaria lo requiera. Como se está viendo, en estas situaciones es fundamental la coordinación entre los departamentos ministeriales (sanidad, transportes, defensa, interior, agricultura…).

En definitiva, la pandemia del coronavirus puede verse como un subproducto de la globalización, que paradójicamente está contribuyendo a que los Estados-nación pongan freno, al menos temporalmente, al proceso globalizador y recuperen el protagonismo que habían perdido como instituciones de regulación. No obstante, al ponerse al frente de la lucha contra la pandemia, los gobiernos nacionales asumen un elevado riesgo, ya que serán juzgados por su capacidad para movilizar recursos adicionales que complementen los sistemas públicos de salud, y por los resultados que tengan las medidas adoptadas.

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