Amancio Ortega, un industrial textil con pies de ladrillo
Se ha dicho de él que es el rey Midas, un maestro del Monopoly, el emperador campechano y discreto. Tantos calificativos, tantas metáforas, a veces grandilocuentes, que casi no quedan expresiones con las que calificar su trayectoria. Basta su nombre de pila para conocer quién es el sujeto objeto de tanto halago: Amancio. Sin embargo, hace sólo unas semanas, un alto e histórico directivo de Arteixo hablaba de él como “Ortega”. Simplemente, Ortega.
El fundador de Inditex se reforzó la semana pasada como uno de los tres empresarios capaces de alcanzar el podio de los más poderosos del planeta que anualmente elabora la revista Forbes. Amancio Ortega se atrinchera en el tercer puesto, por detrás de Bill Gates y Carlos Slim, con una medalla de bronce valorada en 64.000 millones de dólares (alrededor de 46.000 millones de euros). Para la publicación estadounidense, el español es un hombre hecho a sí mismo. Un self-made man.
En sólo un año, su fortuna se ha reforzado en 7.000 millones de dólares y, en sólo dos, en pleno descalabro de la economía española, ha engrosado su patrimonio con un total de 26.500 millones de dólares. A estas alturas, muy pocos creen ya que su trayectoria se haya podido labrar sólo a golpe de vender ropa relativamente barata, lograr altas rotaciones de producto y optar por localizaciones comerciales estratégicas, los tres ejes del negocio de Zara, Bershka, Oysho o Pull & Bear. Más bien, lo que hay detrás es el mismo esquema que, con mucha menos suerte, ha caracterizado el crecimiento y el descalabro ibérico: el ladrillo.
Pero la inversión en ladrillo de Ortega ha sido a lo grande, al alcance de muy pocos bolsillos. Básicamente, sus inversiones se basan en comprar inmuebles de alta gama, estratégicamente situados en las principales arterias (comerciales o empresariales) de las grandes capitales y con inquilinos casi siempre de postín.
Forbes asume que Amancio Ortega se ha aprovechado de las gangas que la crisis económica ha situado en el mercado y valora su patrimonio inmobiliario, casi una treintena de edificios, en 5.000 millones de dólares, aunque desde el sector se cree que su valor puede ser considerablemente superior.
Por un lado, son inmuebles de prestigio que irán revalorizándose con el tiempo y, por otro, tiene inquilinos que pagan al día: desde Emilio Botín hasta su niña bonita, Zara, pasando por Apple o Google. En muchas ocasiones, Ortega es el casero de su criatura. Él, o mejor dicho, su sociedad inmobiliaria, compra el inmueble y lo rentabiliza alquilando su espacio comercial a las cabeceras de Inditex.
El andamio que sujeta sus inversiones
El andamio que sujeta sus inversiones El expresidente de Inditex, hoy capitaneada por Pablo Isla, controla su fortuna a través de la sociedad Pontegadea Inversiones. Es a través de esta cabecera de la que depende, por ejemplo, Gartler SL, la sociedad que aglutina el 50,010% de las acciones de Inditex (tiene, además, otro 9,284% a través de otra firma, Partler 2006 SL). De Pontegadea Inversiones cuelga también Pontegadea Inmobiliaria, con la que conduce sus operaciones en el ladrillo.
Un conglomerado empresarial en apariencia no excesivamente complejo para una fortuna de semejante tamaño, que en los últimos años ha ido simplificando. Estas sociedades se benefician de la positiva evolución de Inditex, que en 2013 le reportó 813 millones de euros y, un año antes, otros 665 millones en forma de dividendo. En sólo unos días se sabrá, además, cuánto ingresará a cargo de los resultados de 2013, porque Inditex presenta sus cuentas anuales el próximo día 19 de marzo.
Pero a la hora de hablar de Amancio Ortega hay que asumir que se hace de oídas. Sus relaciones con los medios son prácticamente inexistentes. No hay grandes entrevistas ni declaraciones y se conoce cómo es, sobre todo, por lo que dicen los empleados de la empresa coruñesa. Como que es habitual verle por los pasillos de sus oficinas. Pero más allá de la anécdota, ¿cómo invierte Amancio Ortega?, ¿es cierto que se ha aprovechado de la crisis?
A rebufo del ladrillo de las entidades financieras
A rebufo del ladrillo de las entidades financierasEn principio, parece que sí. No hay más que ver que algunas de las operaciones de más relumbrón que ha llevado a cabo en los últimos años han sido posible gracias a los carteles de ‘Se vende’ de los grandes bancos españoles.
Por ejemplo, al Santander le pagó casi 460 millones de euros en 2007, en los albores de la crisis, para hacerse con una decena de edificios, todos representativos, como el situado en el madrileño Paseo de la Castellana 24, junto a las calles Serrano y Ortega y Gasset, en la conocida como 'milla de oro' de la capital. Esta operación es un claro ejemplo de cómo actúa el creador de Zara: Santander se comprometió a permanecer como inquilino a largo plazo, 40 años, y, concluido ese plazo, se garantizó una opción de compra.
Pero el banco cántabro no es la única entidad que ha caído en brazos de Pontegadea. También ha hecho operaciones con la actual Novagalicia Banco, Sabadell o BBVA. Al primero le adquirió oficinas valoradas en 250 millones. Con Sabadell, igual, aunque por un importe muy inferior: alrededor de 55 millones.
En el caso de BBVA, más de lo mismo: compró su sede en Barcelona, en la Plaza de Cataluña, por 100 millones. De hecho, la céntrica plaza barcelonesa parece haberse convertido en epicentro de sus inversiones en Cataluña, aunque habría que sumar también los inmuebles que posee en el Paseo de Gracia. A finales de 2013, dio un respiro a la Sareb (el banco malo) al comprarle la antigua sede de Banesto por 44 millones de euros, edificio sito en la plaza y que llevaba desocupado una década. Algo inaudito en el modelo de inversión del fundador de Zara.
Porque Ortega compra inmuebles, localizaciones e inquilinos, a partes iguales. Como hizo en 2011, cuando adquirió la madrileña Torre Picasso a la constructora FCC, de Esther Koplowitz, por 400 millones de euros. Hoy, entre sus inquilinos, cómo no, están entidades financieras, como la filial española de Bank of América; gigantes de la inversión, como BlackRock y Google, que paga más de 1,1 millones de euros por el alquiler de sus oficinas en la planta 26.
La misma representatividad del inmueble madrileño, o más, tiene Devonshire House. Un edificio del West End londinense. A finales del pasado año, anunció su compra por 400 millones de libras (cerca de 483 millones de euros al cambio actual) en la que es su operación más cara hasta la fecha.
El recorrido de los inmuebles del fundador de Zara puede parecer un paseo por medio mundo. Desde Nueva York hasta Miami o San Francisco, pasando por Roma, Berlín o los parisinos Campos Elíseos… Aunque hay un “pero”: el mercado asiático.
Por el momento, no han trascendido operaciones de Pontegadea en Asia. Sus inversiones son globales pero se concentran en mercados maduros, como son Europa Occidental y Estados Unidos. Por ello, los operadores inmobiliarios esperan que, en los próximos años, el inversor nacido en la localidad leonesa de Busdongo (donde su padre trabajaba como ferroviario) vire el rumbo y se lance a por inmuebles de países emergentes, donde las posibilidades de crecimiento son mayores, aunque también es mayor el riesgo de un boom inmobiliario, que en Europa parece darse por superado.
Antes podría llegar el salto al parqué de Pontegadea Inmobiliaria, según informaba hace unos días El Confidencial. Lo haría bajo la fórmula de Sociedad Cotizada de Inversión en el Mercado Inmobiliario (Socimi). Un esquema que le permitiría no tener que tributar por el impuesto de sociedades, ya que sólo se paga por los dividendos que genera a sus accionistas. Si optara por una fórmula semejante, el apetito inversor de Ortega podría, si cabe, acelerarse.