Ignacio Pato recorre los 100 años del Rayo: “Su arraigo en Vallecas no le importa a Ayuso ni al presidente del club”
El centenario de un club como el Rayo Vallecano no podía ser como el de cualquier otro equipo. Claro que sus seguidores tampoco esperaban vivirlo entre rumores sobre la posible mudanza a otro punto de Madrid, algunos de ellos lanzados desde la propia presidencia de la entidad. Para el periodista y escritor Ignacio Pato, colaborador de elDiario.es y diversos medios, Vallecas y el Rayo son dos identidades indivisibles. Y para demostrarlo, nada mejor que contar sus historias haciéndolas converger.
100 años de vaivenes que caben en las poco más de 200 páginas de No es fiera para domar. Una historia centenaria del Rayo y de Vallecas (Altamarea Ediciones). El próximo 3 de abril llega este libro sobre fútbol que es también documento histórico, político y hasta sociológico. No es de extrañar que un profesor de sociología le dé título, el también cantautor Patxi Andión: “No existe, no queda, no hay quien pueda / no es fiera Vallecas para domar / eso no es Vallecas”. Son los versos de los que se vale Pato, autor de otro recorrido por el deporte y sus márgenes en Grada popular. Ocho aficiones que animan a la contra, para sintetizar su idea de comunión colectiva y combativa del equipo con el barrio, en la que se explaya a continuación.
En No es fiera para domar entrelazas la historia del país, de la ciudad y sobre todo de Vallecas con la del propio club. ¿Se trata de uno de los equipos más difíciles de entender sin tener en cuenta el contexto de sus gentes alrededor?
Yo diría que sí, aunque defenderé que ese vínculo es posible hacerlo en todos los clubes de fútbol, seguramente también en otros deportes. El fútbol, como fenómeno cultural de masas con una historia de un siglo y medio, se presta a hacer estos análisis en muchísimos clubes, seguramente en la mayoría del mundo.
Pero sí tenía claro que la historia del Rayo Vallecano no se puede contar sin la historia de Vallecas, que diría que es a la vez la historia de Madrid, pero también la historia de Castilla y la historia del Estado Español, y en ciertos momentos una historia ligada a conflictos internacionales incluso, que al final se acaban notando en la población de un barrio. Aunque bueno tampoco es un barrio, se trata más bien de la suma de dos distritos [Puente y Villa de Vallecas].
Yo creo que no hay casos parecidos al del Rayo Vallecano en el fútbol español. Hay otros equipos muy importantes de barrio, yo vivo en Barcelona por ejemplo, y sería muy complicado contar la historia del Europa sin contar la del barrio de Gràcia, o la de la Unió Esportiva Sant Andreu con el barrio homónimo. Pero no se puede contar la historia del Rayo sin contar la de Vallecas. La historia del club, de la institución, de la idea del Rayo y de por qué sus vaivenes responden también a los del propio barrio. Bueno, del municipio primero, luego del barrio [la anexión se produjo en 1950].
Ya que estamos con comparaciones, es curioso porque sobre todo al principio del libro explicas ese nacimiento muy humilde, con muy pocos medios, durante muchos años en divisiones inferiores y regionales. ¿En qué momento crees que se parte un poco la historia, que el equipo crece respecto a otros como Carabanchel o Villaverde sin perder sus señas de identidad? ¿Es una cuestión de suerte, de una mayor masa social, de una gestión diferencial..?
Se puede hablar del apoyo por parte del Atlético de Madrid. A un nivel económico, de estructuras y de jugadores más importante aún sería más tarde el Real Madrid, en los años cincuenta. La gente que conoce la historia del Rayo Vallecano lo sabe, por mucho que el equipo mantuviera la independencia prácticamente en todo momento de su historia.
Luego no olvidemos que estamos hablando de un club con muchísima población y una potencial masa social importante. La avenida de la Albufera, donde está el actual Estadio de Vallecas y donde también estaba el anterior, es el epicentro comercial y social de la zona. Eso le permitió resistir el drenaje social y deportivo por parte de los grandes clubes, el Madrid y el Atlético. Aunque ser el tercer equipo de Madrid no es tampoco ningún caramelito, no es ningún oasis paradisíaco cuando tienes a dos gigantes en tu propia ciudad.
A base del crecimiento de estos dos equipos y con la llegada de los filiales al panorama futbolístico madrileño, que siempre ha tenido mucha vida y ha estado cargado de romanticismo, se fue drenando y empobreciendo. Es una lástima, yo me crié escuchando por la radio los partidos del Puerta Bonita, del Carabanchel o la Real Sociedad Deportiva Alcalá.
Luego hay un momento a mediados del siglo pasado, en el que el Rayo se configura como el tercer equipo de Madrid a raíz de los ascensos a Segunda. De hecho, ya si hablamos de Comunidad de Madrid, se produce en 2004 la circunstancia de que el Rayo desciende de Primera y el Getafe asciende, lo cual fue doloroso para algunos seguidores al perder su estatus simbólico a nivel de importancia como club madrileño. A continuación el Rayo pasó cuatro años luchando por salir de Segunda B, mientras el Getafe vivía sus mejores años yendo a la Copa de la UEFA.
Hablabas de toda esa vida alrededor del estadio, de la avenida de la Albufera como centro neurálgico. Mencionas mucho el partido de las 11.30 con el bocadillo, el bar de después en el que si te encuentras a un jugador y tiene esa cercanía se le invita a tomar algo u otras iniciativas alrededor del club como las recogidas de alimentos. ¿Las señas de identidad de Vallecas se trasladan al Rayo?
Entronca con lo que hablábamos al principio, lo difícil que es contar o conocer lo que significa el Rayo sin hacerlo a la vez de Vallecas y de su gente. Me he encontrado muchísimas voces de cierta edad, aunque también otras no tan mayores, que echan de menos ese partido de las mañanas. Normalmente se dice de las 12.00, pero sí que es verdad que al principio era a las 11.30. Era el partido del bocadillo envuelto en papel de aluminio al descanso, que daba pie a historias muy canónicas de barrio. Gente que llevaba cacerolas con guiso para repartirlo. Al final es una historia también de compartir, comunitaria.
La avenida de la Albufera y en concreto el Estadio de Vallecas son un punto de encuentro fundamental en un barrio de tradición obrera, multicultural y acogedora. No solo en los últimos años con gente venida de fuera de España: la historia del Rayo está atravesada por la de esa Vallecas a la que llegan un montón de personas de otros puntos del país a lo largo del siglo XX, especialmente de la mitad sur, buscándose un futuro y construyendo sus propias casas con lo que podían.
Condiciones como la densidad de población también fomentan que estés más en contacto con la gente, las distancias incluso físicas sean más cortas, esté casi todo el mundo más atento o más consciente de los problemas y las preocupaciones del vecino. Mucho de esto se va perdiendo, hay que dejar claro que Vallecas no es la misma en 2024 que en los sesenta, porque el mundo no lo es. Pues bueno, sí que conserva eso de que por lo general sea más fácil entablar conversaciones y compartir cosas.
Eso genera un caldo de cultivo para la confianza, el apoyo mutuo, el espíritu comunitario, que lógicamente es más fácil que se dé en un barrio como Vallecas y en epicentros en los que se junta mucha gente, como el campo del Rayo, que en otros espacios más disgregados, tipo esas modernas urbanizaciones que existen ya también en Vallecas. Con estas cosas a veces se corre el riesgo de romantizar y generalizar, cuando estamos hablando más que de un barrio de la suma de dos distritos que serían como la décima ciudad en población de España, prácticamente igualaría a Bilbao en número de habitantes.
Y luego está el ambiente del propio Estadio, un campo en el que el público está muy cerca de los jugadores. Una anécdota maravillosa que está en el libro es la de algunos seguidores en la grada ofreciendo chorizo a varios jugadores en medio de un partido. Eso pasó en los setenta y desde entonces el fútbol ha cambiado mucho, pero todavía tenemos ejemplos de cercanía entre jugadores y afición [más tarde acabará por relatar uno muy reciente].
En ese compromiso de los jugadores con el equipo, que viene muy impulsado por la acogida de la afición a toda plantilla en general y a figuras como el nigeriano Wilfred Agbonavbare (Willy) o el argentino Óscar Trejo en particular, influye mucho el proceso de flujos migratorios que describes en Vallecas a la vez que el Rayo daba sus primeros pasos. También la propia orografía del terreno o las particulares socioculturales respecto al resto de Madrid ¿Esta descripción de la historia de orígenes de Vallecas, casi más que del propio Rayo, era muy importante para dejar clara las señas de identidad del equipo?
Es algo de lo que fui tomando conciencia conforme iba teniendo el libro más presente en la cabeza y en el documento de escritura. Sí diría que a priori podía intuir todo esto que estamos hablando, la importancia de Vallecas a la hora de hablar o de conocer al Rayo, pero muchas veces sentía que en el proceso de documentación y con mil pestañas abiertas “perdía” (entre muchísimas comillas) el tiempo. Pero no es absoluto perderlo, claro.
He estado buceando en la hemeroteca, sobre todo de los diarios antiguos, de los años veinte, treinta o cuarenta. Son un montón de historias que te van dando esas pinceladas, que te dibujan el cuadro al final sobre cómo se va formando Vallecas, de cómo es un territorio muy peculiar para la propia ciudad de Madrid. Eso creo que es una de las cosas que más interesantes me ha parecido. Cómo la historia de Vallecas no acaba de ser la historia de Madrid, aunque sí se complementan y sí, como te decía al principio, se retroalimentan la una en la otra. Esto se ve ya desde esa primera línea del Metro, en la que los obreros yeseros de Vallecas tienen la posibilidad de ir al centro, pero no para consumir o para disfrutar de la ciudad, sino para construirla.
La historia de Vallecas no acaba de ser la historia de Madrid, aunque se retroalimentan. Se ve ya desde la primera línea de Metro, en la que los obreros yeseros de Vallecas tienen la posibilidad de ir al centro, pero no para consumir, sino para construirla
Entre Vallecas y el resto de Madrid se habla a veces de que hay a la vez cercanía y lejanía, con esa especie de frontera que es el scalextric. Me interesaba mucho esa integración desintegrada en Madrid después de la absorción municipal, a la que sigue una identidad propia que se va conformando con los años. Sobre todo en la Transición, en el posfranquismo, un grupo de gente muy joven como el dibujante Fernando González Lozano, creador de la abreviatura y el logo de VK. Los hijos de muchos migrantes que fueron a Vallecas en los años cuarenta o cincuenta después se organizaron y la dotaron de una identidad muy rica, muy atractiva hoy en día todavía. Se sigue vendiendo merchandising con esos logos y esos lemas: Vallekas nuestro, Valle del Kas, Vallekas por la Kara...
El orgullo vallecano se construyó no de la nada, emergió activamente de esos otros orgullos de las gentes que procedían de lugares muy distintos. Por eso, aunque solo sea simbólico, a mí me emociona que en la zona del Pozo del Tío Raimundo haya calles dedicadas a los pueblos de los que vino gran parte de la población migrantes de mediados del siglo pasado, como los jienenses Martos y Guarromán.
Esto se complementa con la extrañeza que genera Vallecas fuera de Vallecas. Una mezcla de sensación de peligro y desconfianza, cuando no a veces desprecio. Me pareció una joya encontrar las referencias de Carmen Martín Gaite a los estereotipos femeninos en función del lugar de origen en su libro Usos amorosos de la posguerra española.
Por otro lado, en No es fiera para domar también debía estar presente cierto borrado de la dictadura franquista hacia el Madrid republicano, el de una Vallecas en la que había una cierta esperanza de mejora, luego truncada. Para mí, como te decía, era importante escapar de la idealización y de la romantización. Es un lugar en el que la gente lo ha pasado mal, pero donde también se han divertido mucho. La intención era un poco encontrar ese equilibrio.
Justamente lo que expones cuando abordas el Golpe de Estado franquista, la Guerra Civil, los bombardeos, la posguerra y la dictadura es muy impactante. Hay un borrado físico, pero también sentimental, con textos de la propaganda del Régimen que desprecian Vallecas y sus gentes frente a otras zonas más pudientes de Madrid, en las que las mujeres tienen clase frente a las “revolucionarias histéricas” de estos barrios humildes.
Sí, eso es tremendo. Son las partes que más me han volado la cabeza nivel documental, es decir, me detendría aquí a escribir otro libro solo. Aunque ya existe uno fenomenal al respecto que se llama Los años de Madridgrado, de Fernando Castillo. El contraste es brutal con este Madrid que hoy en día tiene tan mala fama por culpa de sus gobernantes, que han secuestrado el concepto de Madrid, la han patrimonializado y la han convertido en una ciudad punta de lanza del neoliberalismo individualista más rampante y en símbolo nacional, casi sinónimo de España.
A mí me interesó mucho descubrir este otro Madrid, que en realidad ya conocíamos: el resistente en la guerra, el que aguantó todo lo que pudo hasta que fue ahogado. Pero que también seguía ahí en la inmediata posguerra, mientras un amplio sector del franquismo todavía veía la ciudad con desconfianza. Incluso se llegó a plantear castigar a Madrid sin la capitalidad de Españ y cederla a Burgos, Valladolid o Sevilla.
Me pareció muy interesante a la vez que cruel como una serie de escritores falangistas hablaban no solo de Madrid, sino particularmente de barrios obreros como Vallecas o Cuatro Caminos. Ese Madrid se configura como un Madrid monstruoso, un Madrid obrero, proletario, que debe espiar sus pecados cometidos durante la República y la Guerra por no adherirse al golpe. Estaba el Madrid respetable y aristocrático del centro y “los madriles”, una terminología de por sí clasista, del arrabal proletario. A la hora de analizar la identidad de Madrid hay que tener en cuenta que es híbrida y mutante. Yo es lo que defiendo como madrileño.
Por no hablar de que lo que el falangismo ansiaba era esa España virtuosa, rural, con la mujer en casa y el hombre cosechando. Y al final en una ciudad como Madrid volvemos a lo mismo. Para la dictadura era “un foco de infecciones extranjerizantes y marxistas”, que recibía migrantes que según el Régimen aquí corrían el peligro de echarse a perder o sufrir las consecuencias de la corrupción y la pillería urbana. Es lo que reflejan películas como Surcos (1957), dirigida y escrita por sendos falangistas como José Antonio Nieves Conde y Gonzalo Torrente Ballester.
Luego algo que tenía que estar es el castigo especial o doble a las mujeres en esta época. Aunque sea aparentemente un libro de fútbol, en el que el protagonismo de este deporte durante un siglo y medio se lo hayan llevado a nivel mediático sobre todo los hombres, era importante intentar dejar claro que la historia de Vallecas también es la historia de muchísimas mujeres que han sufrido, han peleado, se han divertido también y en definitiva han construido el Vallecas de hoy y de siempre.
Comentabas antes cómo se forja la identidad y cómo muchas veces es una cosa que damos por sentado, aunque no surge de la nada. En el libro describes el origen de ciertos fenómenos, por ejemplo que La vida pirata es un cántico relativamente reciente, que se corea solo al ganar. O del sobrenombre vallecano de Puerto de Mar, de los propios Bukaneros, de toda esta mitología vallecana. También del papel de la prensa en ella. ¿Uno de tus propósitos era precisamente describir cómo nace una identidad que no siempre está ahí, sino en cuya creación intervienen las personas, el movimiento asociativo, los medios o la propia la afición?
Para mí eso ya estaba muy presente, sí, he intentado acompañar en el proceso de contarlo. Antes de este libro tenía muchas intuiciones que se me han ido confirmando, mientras que en otros casos ha sido al contrario, pero una de las que se ha refrendado es que esa identidad vallecana llevaba muchas décadas flotando. Solo faltaba eso que se intensificó a partir de la Transición: ponerle palabras, símbolos, lemas, canciones. Una voluntad que para mí tiene que ver mucho con la autoestima colectiva.
Es un concepto que creo que nos falta hoy en día. Hace unos días lo mencionaba Félix López-Rey [histórico activista vecinal y actual concejal de Más Madrid en el Ayuntamiento]. Él es de otro barrio del sur, de Orcasitas, con una historia similar a la de Vallecas en muchos términos. Porque gran parte de lo que hemos hablado sobre Vallecas aplica a otras zonas de Madrid y de otras muchas ciudades.
A veces se habla de barrionalismo. No es una palabra que yo suelo usar, pero sí que me interesaba mucho ese proceso de creación de la identidad colectiva que se va forjando. Como decía, la Transición es un punto de inflexión en esa confraternación. Y eso que eran tipos duros: el franquismo no había acabado de morir y había bandas de extrema derecha muy violentas en las calles.
Pero, al mismo tiempo, Vallecas se llenó de color. Hubo un montón de iniciativas en torno, por ejemplo, a centros neurálgicos del barrio como el bulevar de Vallecas, otro sitio al que he prestado mucha atención siempre históricamente. En esa época surgen librerías asociativas, comienza el germen de la Batalla Naval, Vallecas se adelanta un año a los primeros Carnavales oficiales en la Madrid posfranquista, aparecen colectivos como Hijos del Agobio...
La identidad vallecana llevaba muchas décadas flotando. Solo faltaba eso que se intensificó a partir de la Transición: ponerle palabras, símbolos, lemas, canciones. Una voluntad que para mí tiene que ver mucho con la autoestima colectiva.
Una de las espinitas de este libro, por ejemplo, es que no haya podido estar Juan José García Espartero, que es una persona importantísima, miembro del colectivo Hijos del Agobio. Él protagoniza en 1981 un debate superinteresante en Televisión Española, en un programa de Jesús Hermida, que se emite además en torno al 23F, sobre los jóvenes pasotas. Vas descubriendo un montón de cosas documentándote que te hacen entender cómo se construye esa identidad de Vallecas: el propio logo de VK, Puerto de Mar... Este sobrenombre contribuye a que años después se celebre la Batalla Naval y todo ello desemboca a su vez en que los Bukaneros se llamen así.
En cuanto a la prensa, con ella pude confirmar otra intuición que tenía: el creciente interés de figuras no vallecanas en Vallecas. Francisco Umbral, que nace en Lavapiés pero se cría en Valladolid, tenía una carencia por Vallecas y tiene varias columnas que fomentan cierta mística. De hecho escribe algún artículo sobre la figura del Padre Llanos [José María de Llanos]. El elemento místico de Vallecas es interesante, y digo místico desde lo más laico, callejero y bullanguero.
No obstante, los años cincuenta en el barrio están bastante atravesado por ese momento en el que hay ciertos sectores de la iglesia, de personas creyentes, que deciden ir al encuentro de Dios y por el camino acaban por encontrarse con el hombre y al mujer. Todo esto, insisto, no debería hacernos romantizar ni Vallecas, ni el Rayo, ni la vida de estas personas. Pero sí es un hilo bonito del que tirar a la hora de escribir una historia.
Conforme avanza el libro, digamos que se va abriendo una brecha entre todo esto que comentas y la gestión del propio club, las directivas. ¿Cómo se produce ese contraste cada vez más acusado, incluso ahora que lo dirige Raúl Martín Presa en mayor medida que cuando administraba el Rayo la familia Ruiz-Mateos, entre afición y propiedad?
Lo que me encontré a la hora de revisitar el Rayo de los noventa, de los Ruiz-Mateos, es el recuerdo que tenía de mi infancia: un Rayo que era descrito como peculiar o pintoresco. Se construyó esa cosa que a veces se puede resumir en el Rayito, el simpático Rayito. Ahora en cambio se reivindica justo lo contrario, este concepto del puto Rayo.
En España, a nivel mediático, con la entrada de las cadenas privadas, se hace más conocido el Rayo Vallecano. Un club de barrio, de Madrid, que está dirigido primero por José María Ruiz-Mateos, después por su esposa Teresa Rivero. A Ruiz-Mateos ya le conocemos, a Teresa Rivero rápidamente la pasa a conocer toda España en ese momento. Una señora que no sabía de fútbol, estaba allí porque un buen día su marido dijo que se encargase ella. Y así fue, aunque se dormía en el palco. Yo como mucha gente soy crítico con aquella época, especialmente por el estado en el que dejaron el club. También hay que decir que a nivel personal muchas personas tienen muy buen recuerdo. Doy fe de que hablando con gente veterana, nadie me habla mal de Teresa Rivero a nivel personal.
Pero todo terminó con un Rayo muy comprometido, que podía incluso desaparecer. Es uno de esos momentos en los que piensas que el hecho de que siga vivo es un milagro. Se consigue un ascenso de los jugadores sin cobrar, con reuniones todos los días para ver cuándo les llegaba la nómina. Son momentos también muy importantes en la construcción de lo que es hoy el sentido colectivo de la afición del Rayo.
Al final de su gestión, la afición acaba siendo un clamor contra la familia. Además, recordemos que no solo estaban poniendo el Rayo en peligro, sino que hubo un mogollón de gente afectada con los pagarés de Nueva Rumasa. Hay sectores de la hinchada del Rayo que sacaron dinero para que los empleados del club, sobre todo los más humildes, puedan cobrar. Se generó una cohesión rayista muy importante.
En ese momento, en 2011, compró el Rayo el actual propietario. Raúl Martín Presa lo hizo por menos de 1.000 euros, con la deuda incluida que había. Y es quien tiene hoy el 98% de las acciones del Rayo. Es su propietario, es quien decide. Y es una persona que, para la afición, está gestionando el club como una empresa particular, sin tener en cuenta la sensibilidad de la hinchada ni el contexto social del barrio.
Ha invitado al palco a representantes de partidos políticos de extrema derecha. A nivel comunicativo, siendo suaves, la imagen pública del club tendría que ser mucho mejor. Por supuesto, no recordar, no abrazar cada 8 de marzo, las tesis de la ultraderecha con respecto a la manifestación feminista y la extensión del covid. La gestión del marketing también es muy mejorable. El Rayo podría vender muchísimo más merchandising si hubiera un mínimo interés en ello. Por lo tanto, su situación económica podría estar mucho mejor.
Digo esto porque una de las excusas de las que se está valiendo la actual presidencia del Rayo para lanzar este nuevo globo sonda del cambio de estadio es el crecimiento económico y social del Rayo. Es verdad que Vallecas se llena, porque la gente de Vallecas está enganchada al Rayo y está siendo además una gran temporada. Pero el crecimiento económico parece importar poco a nivel institucional. Hay un divorcio radical entre la afición del Rayo Vallecano y la propiedad o la institución.
En el Estadio de Vallecas los gritos que piden la dimisión del propietario son mayoritarios, no solo del fondo. Estamos hablando también de una institución que en menos de dos meses, el 29 de mayo, celebra su centenario. Y no hay nada, ningún anuncio, ningún acto, ninguna camiseta especial. Cuando estamos hartos de ver que últimamente los clubes se han puesto las pilas con estas cosas, primero porque las aficiones lo merecen, y luego porque a nivel marketing y empresarial y capitalista es una manera muy buena de vender tu imagen de marca. Hemos visto cómo todo el país escuchaba y hablaba de la canción del centenario del Celta con C. Tangana. El Club Deportivo Leganés, por mencionar otro equipo madrileño, tiene un equipo de comunicación y marketing buenísimo.
El Rayo Vallecano está en ese sentido abandonado. Una de las palabras que me decía mucha gente era dejadez. Dejadez institucional, dejadez a nivel de respeto y cariño para una afición que, por otro lado, y esta es otra idea también que me han transmitido alguna vez y que yo mismo veo, es una afición y es una gente muy agradecida. En Vallecas hay mucha predisposición al aplauso al jugador, no se silba ni se insulta a los futbolistas, se respeta y se tiene esta autoestima colectiva que a mí me parece vital en estos tiempos.
Pero al final la afición, por muy enganchada que esté, no deja de ver cosas que son faltas de respeto. La gente está pagando un abono de 300 al mes, que yo creo que es un dinero en un barrio obrero. Está al fin y al cabo alquilando un asiento durante nueve meses del año. No puede ser que esté mal cuidado, lleno de excrementos de aves, con montañas de cáscaras de pipas, sin limpiar las goteras.
Hay cosas que duelen a personas con nombres y apellidos, de un barrio obrero, donde no sobra el dinero, no sobra el tiempo, no sobran las fuerzas y el ánimo. Me parece una de las causas más graves del divorcio radical que existe entre propiedad y rayismo
No estamos ni siquiera mencionando las irregularidades con las inspecciones del edificio, con el riesgo que supone para 15.000 personas cada 15 días, que prácticamente se juegan la vida ahí. Personas mayores, niños pequeños, hinchas que sufren la falta accesibilidad. Son faltas de respeto al rayismo, sí, pero al final este es un concepto abstracto. El problema es que son cosas que duelen a personas de carne y hueso, con nombres y apellidos, de un barrio obrero, donde no sobra el dinero, no sobra el tiempo, no sobran a veces las fuerzas y el ánimo. Eso me parece una de las causas más graves de ese divorcio radical que existe entre la propiedad y el rayismo.
Otro punto clave de las críticas la gestión de Martín Presa por parte de la afición es el Rayo femenino. En pocos años pasó de ganar tres ligas consecutivas a encadenar descensos. Recoges auténticas historias de desamparo de las jugadoras. ¿Cómo y por qué se ha llegado a este punto?
El resumen es cómo dejar caer, a través de esa misma dejadez de la que hablaba, y siendo suaves también, un auténtico equipo ganador. No solo se llevó tres ligas seguidas, es que trajo por primera vez la Champions a Vallecas. Todo el mundo recuerda aquel histórico partido contra el Arsenal en 2010. Fue una etapa de leyenda, con jugadoras como Natalia Pablos, Alicia Gómez o Jennifer Hermoso. La máxima goleadora histórica del club, la jugadora con más partidos y una campeona del Mundo, respectivamente.
Da rabia cuando jugadoras así no tienen una despedida a su altura. Natalia y Alicia tuvieron que salir prácticamente por la puerta de atrás, en unas condiciones muy precarias y sin homenajes. Lo mismo ocurrió con otra figura clave como Ana Blanco. La actual directiva del Rayo no es capaz de cuidar ya no a la afición, sino a su propia gente.
El equipo femenino se dejó caer a base de desinversión y falta de cuidado, casi parecía que el objetivo era demostrar que no importaban a nadie. Por no hablar del tipo de entrenador que actualmente tiene el equipo, que además ha encadenado dos descensos consecutivos, un fracaso deportivo que no se toleraría a ningún técnico del masculino.
No soporto cuando se critica al fútbol femenino porque supuestamente “no genera”. A mí me dolería hablar en esos términos de un deporte y un juego que aprecio. No miro el fútbol por el dinero o la atención que genera. Pero es que, incluso desde esa perspectiva, el tiempo ha demostrado que mantener la apuesta por el Rayo femenino habría sido muy beneficioso con todo el interés que ha despertado los últimos años. En Barcelona una cosa que me emocionó mucho fue ver, ya antes del Mundial, es a niñas y también a niños con la camiseta de Alexia Putellas.
En el fúbol femenino da la sensación de que el Rayo está caminando en sentido contrario a la mayoría de la sociedad española
Al final con esto ha pasado como lo que muchos creen que ocurre con el Estadio, la misma estrategia que hemos visto en tantos servicios públicos en la Comunidad de Madrid: descuidar un servicio para que no se utilice, se vuelva deficitario y la administración pueda decir que no interesa a la gente para abandonarlo definitivamente. Ha habido años con inversión cero en el femenino. Es otro asunto en el que da la sensación de que el Rayo está caminando en sentido contrario a la mayoría de la sociedad española.
Comparabas el abandono del equipo femenino con el de los servicios públicos por parte de algunas administraciones. ¿Crees que esa misma dejadez está detrás de la degradación del campo, que a su vez ha derivado en la posibilidad planteada por Isabel Díaz Ayuso y el propio Martín Presa de un Rayo fuera de Vallecas?
El Rayo ya tuvo un exilio en Vallehermoso, entre 1957 y 1972, que fue bastante triste y en el que se perdió mucha masa social. Con respecto al posible cambio de ubicación tampoco está claro si es un globo sonda o si hay verdaderas intenciones, pero desde luego las alarmas se han disparado. Se habla de Valdecarros, que técnicamente está dentro del distrito de Villa de Vallecas. Pero para quien no esté familiarizado con la geografía vallecana, esa zona está a la misma distancia en kilómetros del actual Estadio que de Rivas-Vaciamadrid. Para mí no se entendería el Rayo sin Vallecas, pero como te decía creo que Vallecas tampoco se entiende apenas sin el Rayo.
Es el siguiente paso en la desconsideración de la directiva. Vemos cómo cada verano se forman colas a treinta y pico grados en Madrid para la renovación de abonos porque las entradas no ponen a la venta por Internet. Colas también en días laborables por la mañana, gente perdiendo tiempo de su trabajo, de su vida, porque es un club de Primera División que no vende entradas online en pleno 2024.
La degradación del Estadio de Vallecas sí que puede ser la negligencia más grave de la gestión actual porque implica un riesgo para las vidas humanas. Un Estadio construido a finales de los años viente que tiene una historia muy interesante con el Racing de Madrid, equipo desaparecido justo cuando se mudó a él y dejó su lugar de origen, Chamberí. Aunque realmente no es el mismo recinto, el actual se edificó en 1976 en el mismo terreno que la anterior estructura. Balaidos o Mestalla son más antiguos, pero en ellos al menos se han llevado a cabo reformas de calado.
El problema es que a algunos parece no importarles que se pierda un campo que está situado en el centro neurálgico, social y comercial de Vallecas, del distrito de Puente. Todo parece contribuir a desmovilizar el respaldo social tan característico del equipo. Está claro que el arraigo del Rayo en Vallecas no les importa ni a Ayuso ni al actual presidente del Rayo. Tiene toda la pinta de que una mudanza abriría las puertas a una posible operación urbanística en la que se lucre un grupo de gente, que desde luego no va a ser el rayismo.
Por eso el sentir general de la afición es radicalmente contrario a que el Rayo se vaya de Vallecas, incluso a que se marche de su emplazamiento actual. La Comunidad de Madrid lo sabe de primera mano, el propio Gobierno regional customizó la estación de Metro de Portazgo para convertirla en la del Rayo Vallecano.
Hemos hablado mucho de identidades y vínculos, ¿de dónde viene el tuyo con el Rayo? ¿Qué momentos te han marcado en tu relación sentimental con el equipo?
Fíjate que yo no soy de Vallecas, aunque tampoco vengo de muy lejos. Soy de Moratalaz que es uno de los barrios al lado de Puente de Vallecas. Mi cole estaba muy pegado al barrio y casi todos los amigos éramos del Rayo. En Vallecas jugábamos al fútbol de críos y un poco más tarde, ya de adolescentes, también es donde empezamos a salir de noche.
De pequeño tengo recuerdos del segundo ascenso a Primera División, a finales de los ochenta y diez años después del primero. También de algunos esos partidos de las 12.00 de los que hablábamos. Pero me gustaría quedarme con alguno reciente, aunque ahora viva en Barcelona y vaya menos. Fui a tomar algo después de un partido contra Osasuna en un bar muy conocido de Vallecas al que acuden muchos aficionados. De repente se abrió la puerta y apareció el excapitán Óscar Trejo con su amigo Emiliano Armenteros, que también jugó en el Rayo. Iban con sus familias y se pusieron a charlar con muchos seguidores, con una normalidad que no se ve en cualquier equipo de Primera.
La iniciativa surgió en Twitter por parte de un aficionado, como una manera de seguir forjando esos lazos entre jugadores e hinchada con mucha naturalidad. Óscar aceptó encantado. Después nos hemos conocido a raíz de libro y ha acabado escribiendo el epílogo de. Es todo fruto de esos mismos vínculos de cercanía y comunidad que tuve muy claro que debían estar superpresentes desde que empecé a escribir el libro.
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