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“Moria no es un campo de refugiados, es un campo de concentración”

Imagen de archivo. Una refugiada en el centro de detención de Moria.

Alba Díaz de Sarralde

Lesbos, isla griega del mar Egeo cercana a la costa turca, encierra en su interior un auténtico infierno: Moria, un antiguo centro militar convertido ahora en campo de refugiados, donde hay quien afirma que hubiera preferido morir en la guerra.

En la entrada al campamento, alguien escribió una vez a spray “Bienvenidos a la prisión”, mientras la web turística de Lesbos reza “Bienvenidos al paraíso”. Aunque tiene capacidad para unas 3.000 personas, en el campamento de Moria hay más de 9.000. Cuando comenzó la crisis migratoria, Moria era un mero lugar de paso; ahora es un callejón sin salida en una Europa sorda y ciega ante las personas que siguen llegando.

La enfermera vitoriana Idoia Moreno ha sido testigo de ello desde febrero. Es coordinadora de la clínica pediátrica de Médicos Sin Fronteras frente al campamento y quedó impactada por las situaciones que se viven allí: miseria, intentos de suicidio y estancias sin fecha de caducidad, quizá el campamento de refugiados con peores condiciones en Europa.

¿Por qué Lesbos?

Yo llevo los dos últimos años trabajando con Médicos Sin Fronteras, tres años antes en el Congo, República Centroafricana... Y al final decidí venir a Lesbos porque creo que es una obligación que tenemos. Porque lo que se está dando aquí es inhumano. Es totalmente inhumano y no se puede permitir. Vine tanto para asistir a la gente como, sobre todo, para denunciar lo que aquí está pasando.

¿Fue fácil el proceso de llegar hasta Moria?

Llegar hasta Moria sí, lo que se me está haciendo muy difícil son los seis meses que he pasado aquí.

¿Cómo vive su día a día, su trabajo?

Moria es un infierno. La única palabra que tengo para describirlo es 'inhumano'. Estoy acostumbrada en vivir en Congo o en República Centroafricana, las zonas consideradas más extremadamente violentas de todo el mundo, y lo que estoy viendo aquí es muchísimo peor. Está siendo, sin duda, la misión más dura que he hecho en mi vida. Sobre todo por el sufrimiento y la desesperación que estoy viendo en la gente.

En el campamento hay más de 9.000 personas, aunque su capacidad inicial era de 3.000. ¿Qué condiciones humanas provoca eso?

Tenemos un hacinamiento totalmente extremo. Los más afortunados viven en un contenedor, donde hay cinco o seis familias. Eso supone más de cuarenta personas en un solo contenedor. Para que te hagas una idea: el espacio para un padre con tres niños es de menos de dos metros cuadrados. Duermen en el suelo, porque no tienen colchones, no tienen absolutamente nada. Y esas personas son las más afortunadas, porque actualmente casi la mitad de la población en Moria está en tiendas de campaña que no son ni impermeables.

Encima aquí ya está empezando a refrescar y el clima es como en Vitoria: nieva, llueve constantemente, hay cero grados... Lo único que tienen familias enteras es una manta y cuatro ropas que les dan de Cáritas. No tienen ni dinero para poderse comprar más ropa y tenemos niños recién nacidos en esas tiendas, abuelos de ochenta años...

¿Y sigue llegando gente?

Sí. La media de llegada que tenemos en los últimos seis meses es de 400 o 500 a la semana. Por ejemplo, del 1 al 15 de septiembre llegaron 1.762 personas, de las que la mitad son niños. Hay 3.000 niños en Moria, porque en ese tiempo la mitad de las barcas, porque todos llegan en barcas hinchables, son siempre niños. La mayoría de ellos de Afganistán.

Las personas que huyendo llegan a Moria pasan mucho tiempo esperando otro camino. ¿Qué produce esa sensación en ellos?

Una total desesperación. Una total falta de esperanza en un futuro. Actualmente tenemos personas que llevan en Moria casi tres años. A día de hoy, están dando la primera entrevista para solamente iniciar el proceso de asilo en noviembre de 2019, lo que significa que tienen que estar en estas condiciones de vida totalmente inhumanas mínimo un año. El proceso de asilo está completamente roto, es completamente fallido. Este sistema con el que se encuentran está haciendo que pierdan toda esperanza, y está llevando a adolescentes, a adultos, pero lo que más nos alarma, a niños, a tener pensamientos suicidas. A intentar suicidarse, cortarse las venas, colgarse de una cuerda o tomarse pastillas.

Hay voluntarios ayudando en el campamento, abogados facilitando la concesión de asilo... ¿Qué se encuentra usted como enfermera?

En la clínica pediátrica de Médicos Sin Fronteras estamos cogiendo a la población más vulnerable: menores y mujeres embarazadas. Hasta el año pasado estábamos dentro del campo, pero cuando se firmó el acuerdo entre Turquía y la Unión Europea decidimos salirnos fuera, porque preveíamos lo que iba a pasar. Moria se ha convertido en un campo de concentración, como todos los campos de las islas Griegas; ya no son campos de refugiados, son campos de concentración.

Sabiendo que esto iba a pasar, decidimos salirnos siendo conscientes de que a día de hoy, dentro del campo de Moria, hay un médico del Gobierno griego para las 9.000 personas y dos o tres de organizaciones voluntarias. Además, sabemos que al médico del gobierno no tienen acceso porque no está asistiendo a pacientes, solo está estudiando la vulnerabilidad. Siendo conscientes de esta total falta de asistencia médica, decidimos abrir nuestra clínica para, aunque sea, asistir a la población más vulnerable.

¿Y cómo están esas personas?

El 95% o más de los pacientes que tratamos están padeciendo patologías directamente relacionadas con el hacinamiento extremo, las condiciones de vida inhumanas y la total falta de higiene que hay en el campo. Hay un baño para 72 personas y una ducha cada 85. La calidad de la comida es pésima. Lo que más estamos tratando en niños son infecciones respiratorias, que van en aumento a medida que el invierno llega; infecciones en la piel, relacionadas con la falta de higiene; y diarreas por la mala calidad de la comida.

Otro problema por el que estamos muy alarmados, y estamos siendo testigos de ello, es el aumento de los problemas de salud mental. Tenemos que tener en cuenta que todas las familias que llegan aquí son familias que ya tienen un trauma de base porque todos ellos vienen huyendo de guerras horribles. Muchos de ellos han visto matar a su padre, violar a su madre, una bomba que ha matado al resto de la familia. Esto se suma a que cuando llegan a Moria, creyendo que en Europa iban a obtener la seguridad, se encuentran con el infierno. Muchas familias me han dicho que lo que se están encontrando es incluso peor que de lo que vienen escapando. Esto está llevando a la gente al suicidio.

Viendo todas estas condiciones, ¿usted y su equipo realizan peticiones o reclamaciones a alguna entidad o autoridad?

Nosotros estamos denunciando esto a nivel de autoridades locales. El único responsable de esto es la Unión Europea. El campo está gestionado por el Ministerio de Inmigración griego, pero encima del mismo está Europa. Siendo totalmente conscientes además, porque estamos en Europa y lo tenemos que tener en cuenta cuando hablamos de Moria. Por eso es totalmente inaceptable esta situación inhumana, la falta de acceso médico, que la gente se esté suicidando cuando la Unión Europea es totalmente consciente de lo que aquí está pasando.

¿Hay algo que diferencia el campamento de Moria de otros campamentos de refugiados?

Yo estuve en campamentos de refugiados en la República Centroafricana, el país más extremadamente violento y pobre del mundo, y las condiciones de vida que hay aquí, el hacinamiento extremo que estoy viviendo en Moria, no lo he visto nunca. Nunca. Incluso si comparas Moria con el resto de campamentos de las islas griegas, donde los hay más pequeños. Moria es el que más gente tiene y en el que peores condiciones están.

Como ha comentado antes, las personas refugiadas en Moria están atrapadas allí hasta que se completa el proceso de asilo, y hasta noviembre de 2019, no se están dando entrevistas para si quiera comenzarlo. ¿Hay intentos de salir?

No pueden. Es imposible. Lesbos es una cárcel natural, una isla a cientos de kilómetros de Atenas. La única vía para salir de la isla es en avión, pero no pueden porque no tienen pasaporte. O en ferry, donde también les piden el pasaporte. Es imposible salir de Lesbos. Es una cárcel natural donde la gente se está volviendo loca, literalmente.

Imagino que tendrá alguna historia especialmente dura.

Una de las cosas más fuertes que estamos viendo es la cantidad de niños, aproximadamente 50 de nuestros pacientes, con patologías muy severas. Un niño de un año y medio con la mandíbula y el cráneo roto, retraso mental severo por una bomba en Siria. Un niño con un catéter urinario al exterior. Un niño sudanés con un tumor enorme en el labio. Niños con problemas cardíacos que necesitan una cirugía urgente.

Tienen un certificado médico del hospital de Lesbos desde hace cinco o seis meses, diciendo que necesitan ser transferidos a Atenas, a veces urgentemente, y siguen viviendo en Moria en una tienda de campaña. Estamos exigiendo que descongestionen la isla, o que al menos los casos más vulnerables se envíen urgentemente a Atenas porque en Lesbos no hay tratamiento para ellos.

¿Hay algún indicio de que eso vaya a pasar?

De momento ninguno. Estamos informando a los reponsables de mover a la gente a Atenas una vez a la semana. Yo envío todos estos reportes médicos y a día de hoy no hemos tenido respuesta alguna.

Usted, por su parte, vuelve en octubre.

Sí, a finales de mes. Han sido meses muy duros y necesito oxigenar, dejar de ver tantísimo sufrimiento y ser capaz de recordar lo bonita que es la vida para nosotros, que somos tan afortunados. Porque es muy duro, muy duro. Además de la impotencia de ver que es un sufrimiento evitable, que esas personas están en esas condiciones por una total falta de voluntad política. Puedo entender que la gente muera por una falta de asistencia médica, o las condiciones inhumanas, en medio de la selva congoleña, que es a lo que estoy acostumbrada a ver. Pero no en Europa con los medios que tenemos.

¿Volverá a marcharse de Vitoria?

Sí, en dos meses iré al Congo por proyectos que tengo allí, por un par de meses más o menos. Más tarde no lo sé [ríe].

¿A Moria?

Ahora mismo no porque estoy agotada psicológicamente. Me gustaría poder decirte que no debería volver porque Moria desaparezca, pero soy muy pesimista porque el momento en que seguimos bombardeando todos los países de donde la gente viene huyendo, Moria va a seguir existiendo.

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