Volver a pasar por el corazón y el silencio de las palabras

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Hubo un tiempo, que ya es difícil de recordar, anterior a la pandemia, en el que ya existían ciertas emociones en el interior de las personas mayores de las residencias. Todas ellas abrazaban la posibilidad triste y siniestra a la vez, de una dejadez, de una ilusión desaparecida, de una sensación constante en la falta de cariño. Me refiero al interior más profundo de cada una de esas personas, no a lo que vemos, a lo que observamos día a día: profesionales incansables que mantienen viva la esperanza del tiempo, personal desde el primero al último que se implican y desviven por mejorar todas y cada de las miles de circunstancias que se dan, y en estos días aún con más razón. O a las visitas de sus familiares, ahora restringidas y en demasiada distancia, un bálsamo, un beso de recuerdos, de que el amor se mantiene intacto. Se me guarda en la retina cada uno de los gestos cuando observo esa situación, ese espacio indescriptible cuando un mayor recibe a sus seres queridos y sus seres queridos esperan amablemente impacientes. Me refiero a otra historia que estoy a punto de desnudar en este artículo.

Siempre lo había imaginado, siempre había imaginado como 'la seroja' viajaría entre las personas de más edad, de cómo la literatura y su fusión en un recorrido enorme de emociones se entrelazaban. Y de la imaginación a la realidad. Desde que me dedico a lo que me gusta, para lo que me formé, para lo que viajé por infinidad de lugares aprendiendo cada milímetro de tiempo, he tenido la suerte de hacer real todo lo que se fabrica en esa parte de mi cuerpo que no se muy bien si está en un costado a la izquierda o en el pico más alto.

En octubre, del fatídico año que acabamos de sobrevivir, nace Recordis, una nueva oportunidad de aprendizaje, de investigación en la confluencia de las emociones y los contenidos literarios, la escritura, la comunicación y la percepción del equilibrio, ese flujo del interior y exterior. Ese primer día de las primeras cosas, siempre en el limbo entre el nerviosismo, el respeto y las ansias por el éxito, esas sensaciones que siempre eran, desaparecieron. Encuentro, miradas, primer sentido. Aquel día nací de nuevo, era el primer día de mi otra nueva vida. Rompimos multitud de barreras que aparentemente eran fáciles de romper, la desconfianza, la aceptación, la vergüenza, el miedo a dialogar y comunicarse, a dar por sentado diversas situaciones, el sueño, el quedarse dormido ante tanta palabra. Diversas partículas invisibles y divisibles se expandían por la Residencia de Mayores de La Dehesa a la velocidad de la luz, con una pandemia de por medio y miles de dificultades, añadida a la situación de confinamiento que ellas siguen teniendo. Recordis viajó por diez lugares, todos ellos diferentes. Poesía amarga y dolorosa, también la de la caricia, la elegancia y el atardecer. Títeres que cobraban una vida nunca vista que hicieron de la alegría un barrio, una forma de entender. Teatrillos, anécdotas y conocimiento. Los lunes y los miércoles se convirtieron en el fin del aburrimiento y la monotonía para hacer saltar por los aires la cantidad de nudos, del interior más profundo. Vimos cómo la lectura y escritura creativa desde las emociones se convertían en una herramienta eficaz de mejora de los estados de ánimo, del diálogo escaso entre ellos, de encontrar nuevos espacios positivos. Sin duda alguna, para diversas situaciones cognitivas. Y sin faltar a la idea de equipo, de sensación de unión y entendimiento en todas las líneas de trabajo.

La clave está en no saber muy bien qué hacer, en tener la certeza de no tener ni idea de lo que va a suceder. Me he acostumbrado a una constante en este sentido. Creo incluso que es una metodología propia que, ante tanta experiencia, ante tantas pruebas ya se puede valorar, procesar y demostrar. Lo que parecía algo imposible de medir, intangible se ha convertido en ciencia, ciencia emocional, por culpa de la literatura, ahí está la clave, en esa elección.

El éxito de Recordis no está en la idea de que es un proyecto ganador y que se ambiciona hasta metas incalculables. El éxito de esta creación es precisamente la falta de construcción, la idea de no preelaborar nada, si no construir en vivo y en directo, ¿se imaginan la cantidad de aportaciones enriquecedoras si seguimos este método?

Y tras meses de intenso trabajo, no ha pasado ni un solo día después del último en el que pensara volver, en el que la Residencia de La Dehesa, con un gran equipo al frente, me abriera las puertas a una nueva oportunidad de demostrar todo lo que imaginamos en esa fábrica de constante creación. Y así sucede el silencio, 'El Silencio de las Palabras', una nueva forma de comunicarnos y expresarnos, y vaya cómo avanza por el océano en el que muy pocas personas creen. Nadie les había preguntado si les quedaban muchas cosas por vivir, y no se pueden imaginar la cantidad infinitas de momentos, viajes, sabores, olores, recuerdos y amor les quedan aún por experimentar. Hemos hablado de la muerte y el miedo convertidas en una 'superexplosión' de vida y mariposas que dejan de estar posadas en la flor. Ahora cada miércoles se espera con ansias el siguiente miércoles, porque ya no quiero irme de 'La Resi' tan maravillosa en la que aprendo tantas y tantas y tantas cosas, un proyecto que explora cualquier forma de belleza real, que apaga cualquier intensión de maldad y sobre todo en el paseo que no pueden dar, en las vistas que no pueden observar, en los matices impensables.

Los talleres llenos hasta la bandera, en ellos no falta la mirada que ríe y que valientemente se eleva. A menudo conecto con ellos todos los proyectos en los que estoy y ellos me aconsejan, me enfocan un nuevo punto de vista. En eso se ha convertido un espacio de emociones y creatividad, en un silencio tenue e imprescindible para todas las partes.

Quiero dar las gracias a la Consejería de Acción Social del Cabildo de La Palma por verlo y sentir que era posible algo así, y la demostración constante de que con muy poco podemos hacer muchas cosas, gracias, Nieves. Y me encantaría nombrar a todas las personas buenas que trabajan en La Residencia, desde su directora, Cati Casimiro, soñando de la mano en este proyecto, permitiendo la emoción y emocionarse. Todo el personal desde cocina, auxiliares, fisioterapia, medicina, conserjes pasando por una persona con altas dosis de humanidad y bondad, Mari Carmen, psicóloga del centro. Las animadoras que sin ellas y su empatía sería imposible este tipo de ideas. A un buen amigo de la Biblioteca, que se ha convertido en el sillón a sillón que dejó mi abuelo cuando se fue, él me chuta la cultura constantemente, la necesaria, la utópica.

Aquí estaremos todo un año, cada y uno de los miércoles, suceda lo que suceda, habrá silencio en nuestras palabras, cual amor que no hace falta decir si no tocar.  

Pablo Díaz Cobiella

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