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De profesión, familia acogedora

Las familias acogedoras profesionalizadas se hacen cargo de los menores de forma temporal.

Natalia González de Uriarte

La mayoría de los chicos y chicas que participan en los programas de acogimiento profesionalizado son preadolescentes o están en plena adolescencia, marcados por un historial familiar plagado de dificultades, con problemas de conducta en algunos casos, déficit cognitivos en otros, y carencias emocionales en todos. La posibilidad de alojar en casa a estos menores, ofrecerles de forma temporal un hogar y hacerse cargo de ellos, mientras sus padres biológicos recomponen sus vidas, a priori, suscita rechazo. Sus difíciles trayectorias asustan. Se necesita una pasta especial para lidiar con estos jóvenes y sacarlos adelante. Aunque no abundan, afortunadamente sí hay personas dispuestas a afrontar ese reto, pero ¿están preparadas para hacerlo?. No se trata solo de ofrecerles afecto, amor y cariño. La gesta implica aún más. “Hay casos de chavales orientados hacia familias voluntarias en los que no se cubrían sus necesidades. Se necesitaba por parte de esos acogedores una exclusividad y preparación específica”, resalta Elia Millán, responsable de la selección de familias acogedoras para la Diputación foral de Gipuzkoa.

Esta carencias impulsaron ya en el año 2007 la figura del acogimiento profesionalizado. A diferencia del acogimiento familiar voluntario, en el que la familia recibe una prestación económica en concepto de gastos para la manutención y el cuidado del menor, sin requerirse cualificación específica o dedicación exclusiva- en el acogimiento profesional las personas acogedoras reciben, además de la prestación económica para los gastos de manutención, un salario o prestación por sus servicios. Se les exige también una determinada formación, bien licenciaturas en Psicología o Pedagogía, bien Magisterio o Trabajo Social además de cierta experiencia en esas áreas que avalen su capacitación para el delicado cometido.

Recuperar la confianza quebrada

Es el caso de Luis y su pareja. Pocos mas datos destapan sobre ellos o los chavales que acogen para salvaguardar la identidad de los menores. Sí han desvelado que conviven en Donostia con dos hermanos en acogimiento profesionalizado. El mayor llegó primero a casa, hace algo más de un año. Desde entonces y después de una “primera etapa de enamoramiento, en la que todo es amabilidad y buen comportamiento”, el chico pone a prueba a los tutores cada cierta frecuencia. Según relata Luis, titulado en Psicología y bregado en programas de tutelaje y apoyo a menores del Ayuntamiento de San Sebastián, la repetitiva práctica del chaval no persigue otro objetivo que comprobar la fidelidad y el grado de compromiso de su tutor. Es un test de calidad, quiere garantías y no las dará por válidas ni en el primer ni en el tercer tanteo. La confianza en los suyos se quebró en el pasado así que generar seguridad en los chicos es una tarea hercúlea. Después de más de seis meses de desgaste, Luis ve avances.

Ahora repetirá el proceso con el hermano pequeño que se incorporó a la familia el pasado mes de mayo. Esta es tan solo una de las dificultades habituales a las que se enfrentan los acogedores. Pese a la fatigosa carrera de obstáculos estos padres temporales no dudan en aconsejar la experiencia. De hecho, en su conversación con eldiarionorte.es se recrean en resaltar lo enriquecedor de la vivencia y se olvidan de narrar lo negativo, que también lo hay. “Pasar por esto les ayuda a ellos pero sobre todo convierte a los tutores en mejores personas. Con eso lo digo todo. Te enriquece, te pone en tu sitio, en contacto con la realidad. Antes, mis preocupaciones eran otras, me perdía en tonterías. Esto te centra, te conecta con lo verdadero, con lo esencial de la vida. Y sobre todo te llena de esperanza. Compruebas a través de ellos que cambiar y mejorar es siempre posible si le pones empeño y dedicación”. Luis reconoce que es necesario que la vida personal de la familia acogedora pase por un momento de calma, “de escasas aspiraciones a nivel personal o profesional que te distraigan de tu misión”, revela.

Cuidadores “enérgicos y con un lenguaje emocional muy rico”

Esta pareja, al igual que otros núcleos familiares, que no tienen porque estar formados necesariamente por dos personas adultas emparejadas, permiten dar una segunda oportunidad a chavales que lo han tenido muy difícil. “Son gente dotada de herramientas suficientes para saber manejarse con ellos. El día a día es difícil, hay momentos de crisis pero las personas que seleccionamos son enérgicas, con muchas capacidad de cuidado y un lenguaje emocional muy rico. Saben reaccionar. Son resolutivos, eficaces y ágiles en situaciones comprometidas”, detalla Elia Millán.

La responsable del programa resalta que reciben, además, una supervisión y apoyo psicológico por parte de un equipo multidisciplinar de la Fundación Eudes. Esta entidad lleva desde el 2007 ofreciendo este servicio a través de la Diputación de Gipuzkoa. En este tiempo han conseguido sacar a 75 menores de los pisos tutelados, donde conviven con un número indeterminado de chavales en situaciones similares. Les han ofrecido la estabilidad y calor de una familia, un marco incomparable para ellos, que les aporta más beneficios que el centro tutelado. Por otra parte, no pierden los vínculos con su familia de origen a la que ven una vez a la semana.

El vínculo con la familia biológica

Otros menores continúan a la espera. Actualmente la entidad social necesita otras cinco familias acogedoras para dar salida a los casos más urgentes. Lo que deben saber los interesados es que en ningún caso se trata de una adopción. Deben tener claro que en nunca se pretende sustituir a la familia de origen, que debe ser respetada y tenida en cuenta en todo momento. “Es una acompañamiento. Ellos son conscientes y nosotros también, por supuesto. No me obsesiona que llegue el día en que nos toque separarnos. Solo quiero ser capaz de formarles para que sepan caminar solos, que sepan defenderse”, explica Luis, de la familia acogedora donostiarra.

Cuando los menores llegan a la mayoría de edad, el profesional de referencia de los servicios sociales trabaja con un programa de desvinculación. Se decide en función de su evolución dónde va a residir, cómo va a gestionar la eventual ayuda económica o cómo debe contribuir en caso de que continúe viviendo con la familia.

Este modelo de acogimiento profesionalizado, en vista de los buenos resultados, se extendió desde Gipuzkoa a Bizkaia el pasado año a través de un programa piloto. Los guipuzcoanos fueros los primeros en importar la fórmula vigente en Francia donde está regulada desde el 2005. En Álava existen también alternativas similares para cobijar a menores de hogares truncados de forma temporal.

diputación de Guipúzcoa, fue el primero en importar la fórmula del acogedor profesional, tras estudiar cómo estaba funcionando en Francia

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/980539/0/acogida/profesional/temporal/#xtor=AD-15&xts=467263

diputación de Guipúzcoa, fue el primero en importar la fórmula del acogedor profesional, tras estudiar cómo estaba funcionando en Francia

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fue el primero en importar la fórmula del acogedor profesional, tras estudiar cómo estaba funcionando en Francia,

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