La irrupción de la pandemia en nuestras vidas afectó por desigual a la economía: hubo sectores (pocos) que vivieron un boom; otros (la mayoría) que sufrieron un importante revés económico. Y algunos, simplemente, desaparecieron. Fue lo que le sucedió al de Adrián López (A Coruña, 1975), DJ profesional desde hace 20 años, promotor de eventos y dueño de un bar, quien vio como todas sus ocupaciones laborales se desmoronaban de la noche a la mañana con el estado de alarma y el confinamiento.
“Cuando estábamos encerrados varios DJs hicimos una porra sobre la fecha en la que reabrirían las discotecas y se podría bailar igual que en 2019, sin restricciones”, recuerda ahora, dos años después. “Algunos decían en mayo, otros en junio. Yo fui el más precavido, aposté por septiembre de 2020 y me llamaron loco”. La mayoría de sus compañeros confiaba en que la salida del confinamiento significaría la vuelva a la normalidad. Pero en vez de eso llegó la desescalada, las mascarillas, las distancias de seguridad... y la cancelación de cualquier tipo de evento con música en directo.
“Fue un desastre, sobre todo para la gente que se dedicaba exclusivamente a pinchar, había muy pocas alternativas”, recuerda. Una de las que sufrió eso fue Eme DJ, que abandonó Malasaña ante la fala de perspectivas laborales. Adrián la cita como ejemplo a la hora de capear la tormenta en nuevos formatos: se abrió un canal de Twitch y creo una comunidad en Discord con una especie de podcast en directo en el que los oyentes pagaban por su trabajo. Pero fue la excepción.
Adrián sobrevivió los primeros meses gracias a las ayudas para autónomos del Gobierno, la congelación de las cuotas de hipotecas y los créditos del ICO concedidos para pagar alquileres y sueldos en su local -el Picnic, en la zona de Malasaña cercana a la calle Pez-. “Con ello surfeamos durante varios meses la ola del desastre”, acompañado del miedo de la incertidumbre al no saber qué pasaría cuando el sector reabriera. Cuando llegó el momento de levantar la persiana, las cuentas no salían por las reducciones de aforo y de horario, por lo que muchos locales de ocio esperaron todavía algunas semanas más. Su bar volvió a la actividad el 20 de junio de 2020, 101 días después de su clausura.
Me sorprendió que había muchas ganas de fiesta, pero la gente también era muy obediente
La puesta en marcha del ocio nocturno en Malasaña -una de las zonas más populares para salir en Madrid- durante el verano de 2020 fue lenta, con muchas precauciones por parte de los hosteleros y bastante despreocupación entre la clientela, lo que obligó a cerrar de nuevo tres semanas después. “No había staff capaz de contener a la gente en ese momento”, cuenta Adrián. La siguiente reapertura fue mucho más mesurada, con parroquianos siguiendo de forma generalizada las restricciones en los bares y cierres tempranos. Otra cosa es lo que ocurriera fuera: “Recuerdo volver de trabajar a las diez de la noche un sábado, después de hacer cumplir a rajatabla las normas en el bar. Las calles estaban desiertas, pero veía un montón de casas con fiestas y la música a tope, era deprimente”, explica advirtiendo que hubo un estallido de gente buscando fiesta en estos formatos por las ganas de socializar, la falta de alternativas por los cierres y la crisis económica que obligó a los jóvenes a buscar planes baratos en forma de botellón.
El primer bolo de DJ LeFreak fue en agosto de 2020 en el Festival Tomavistas que se celebró en Ifema. “Fue muy raro, yo estaba en el escenario dándolo todo y el público sentado sin mascarillas. No sabía qué iba a pasar porque un DJ tiene que hacer moverse a todos. Pero fue bien, la gente respondía, bailaba sin abandonar su asiento y el ambiente fue muy bueno. Me fui bastante contento”. En esa actuación constató dos cosas: “Que había muchas ganas de fiesta y que, a pesar de ello, la gente era muy obediente, asumía que esas eran las condiciones para ver mi actuación y seguía las recomendaciones sin cuestionar el porqué”.
La actuación del tomavistas fue solo un espejismo. La llegada de la segunda y la tercera ola en el otoño e inverno de 2020 volvió a cancelar todas las actuaciones. La primera sesión que organizó Adrián López como promotor fue la de Flechazo en la Sala Maravillas, ya en abril de 2021. A partir de ese momento, con la vacunación en alza y el final del Estado de Alarma, volvió la música en directo, poco a poco.
El pasado verano resurgieron los bolos para DJ LeFreak: primero a través de eventos pequeños, que utilizó para seguir en forma, después le invitaron como residente al Patio de Mahou... incluso pinchó en un palco VIP durante un partido de la Champions en el Wanda Metropolitano. Jugaban el Atlético y el Liverpool y tiró de repertorio británico.
La pandemia ha cambiado muchas cosas en la sociedad. A la hora de ir de fiesta, las restricciones impusieron unos horarios nada habituales de baile y copas, que empezaban después de comer y se acababan a la hora de la cena. Muchos encontraron ventajas en estas prácticas y, ahora que se han acabado las limitaciones, algunas de las iniciativas que han nacido durante la pandemia se han quedado y aspiran a convertirse en una costumbre madrileña más. Como la del tardeo.
Los primeros eventos en los que pinchó Adrián fueron por las tardes. Con la hostelería cerrando antes de la medianoche (en algunos momentos incluso a las 21.00), los locales y los eventos adaptaron su formato, a la vez que lo hacían también los clientes. “La gente empezaba las copas del fin de semana a las cuatro de la tarde”, recuerda sobre esa época. En los tiempos prepandemia esa hubiera sido la hora del café. A las siete habrían llegado las cervezas y a partir de las nueve el resto. Horarios que saltaron por los aires con el Covid-19, que ha reescrito las normas sociales.
Un ejemplo de éxito en este tipo de formatos es el Pompa, un club de música indie que opera todos los sábados de 18.00 a 0.00 horas, una franja antes solo reservada a las sesiones light de las discotecas para los menores de edad. Su abundante público -la sesión se llena muchos fines de semana- combina fiesta y un horario que permite levantarse temprano al día siguiente. “Todo el mundo va a bailar y a cantar. Sales a las doce de la noche, parece que son las seis de la mañana pero te acabas acostando pronto”.
Otro de los cambios que ha detectado DJ LeFreak desde su cabina es el cambio en la forma de escuchar la música y también de que un hit llegue a ser popular. “Antes había menos canciones y menos grupos, era más fácil conocer qué tema lo iba a petar cuando lo pinchabas. Pero la democratización de lo digital ha hecho que los temazos lo sean cada vez menos, porque llegan a menos gente, su impacto se ha diluido mucho”, aclara. Una tendencia que sucede a nivel mainstream pero también en la escala de la música alternativa.
Cuenta Adrián que, en su labor de prescriptor musical, siempre intenta dar en sus sesiones “dos de cal y una de arena”. Es decir, un par de temas muy conocidos seguidos de otro que cree que tiene potencial, pero que aún no se ha convertido en hit. Estas últimas apuestas cada vez son menos aceptadas: “Antes había mucha más permeabilidad a la música nueva en las salas, ahora la gente es mucho más conservadora a la hora de escuchar y la mayoría quiere que les pongas siempre lo que le gusta”, detalla mientras piensa que en Malasaña se está perdiendo poco a poco la cultura musical de sus visitantes: “Aunque suene un poco a pollavieja, cada vez están más centrados en los hits del momento, la sota-caballo-rey del reggaeton, el rollo latino, y les cuesta mucho indagar en la historia de la música”.
¿Se está quedando mayor? ¿Qué fecha de caducidad tiene un DJ? Son preguntas que asaltan a Adrián cuando suelta estas frases y piensa en el tren que ha pasado por encima al sector durante la pandemia. Confirma que el público del que fue el barrio más rockero y alternativo del país está cambiando, pero su apuesta por la música de raíces anglosajonas sigue despertando interés. Lo hace mientras incluye cada vez más en sus sesiones grupos jóvenes nacionales que tienen las guitarras como referencia, casi garajeros, del estilo de Carolina Durante. Se los piden mucho. Hace unos días reabrió el Ochoymedio, la discoteca icono del indie en Madrid, y ya le han llamado para una sesión. Pese al panorama que dibuja, no pierde la esperanza con su público: “Me gusta pensar que algunos todavía acuden a descubrir cosas”.
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